El término Minga se deriva del quechua “mink´a”, y traduce “trabajo comunitario con fines sociales”. Esta palabra ha resonado el último mes en Colombia, debido al pronunciamiento de varios pueblos indígenas procedentes del suroccidente del país quienes pertenecen a este movimiento de resistencia que busca debatir políticamente las problemáticas de estas comunidades.
Tierras caucanas y nariñenses albergan una amplia presencia de pueblos ancestrales como son los nasa, quillacingas, totoróes, yanaconas, awa, pastos, misak, emberas, entre otros. La filosofía que fundamenta la Minga es la creencia en la ayuda desinteresada a sus pares, por consecuencia la paz territorial y el respeto por la vida.
Alba Lucia Cruz Castillo, docente e investigadora del programa de Trabajo Social de la Universidad de La Salle, explica que principalmente la Minga busca exigir el derecho a la tierra, a la protesta social como un ejercicio participativo de reclamo, garantías que se firmaron en el acuerdo de paz y transformación agropecuaria que los beneficie. Adicionalmente expresa, “el aprendizaje que nos queda de estas comunidades es la forma en que aprecian la vida, y que los movimientos en colectivo generan autonomías que promueven la participación democrática e incluyente”.
El esfuerzo de proteger lo público y el trabajo colectivo son tradiciones que se han transmitido de manera oral y gracias al ejemplo en muchas generaciones indígenas, las cuales han optado por dividir la carga laboral en el desarrollo de actividades sociales y agrícolas.
Estas prácticas han sembrado en cada uno de sus miembros pasión por la vida, la espiritualidad y un respeto profundo por el territorio. No obstante, la alta explotación de minerales, de petróleo, el avance de mega proyectos y la falta de garantías por la vida de sus líderes sociales han causado inconformidad e impulsado que se manifiesten al respecto en estos tiempos.
